domingo, 20 de diciembre de 2009

COMO VIVIR UNA VIDA TEOSÓFICA (2)





Lissete Arroyo Jiménez, Secretaria General de la ST en México.

Lo más importante es tratar de ser cada día un ejemplo de vida. Tratar de vivir de acuerdo a las enseñanzas teosóficas es estar alerta y conscientes de lo que pasa cada minuto. Si no estamos ubicados en el mundo no podemos ayudar a mejorarlo. Sin embargo, no debemos identificarnos con este mundo de maya cooperando con ese estado tan necesario de paz y amor que todos necesitamos. Desarrollar un amor incondicional, que es tan difícil cuando vivimos en el mundo de la personalidad. Hay que recordar cada día, que somos parte de lo mismo, que tenemos la misma esencia. En la medida en que nos sintamos parte de los demás, todo empezará a cambiar.






Gaspar Torres, Secretario General de la ST en Cuba.

Muy pocos pueden llegar a ser teósofos en un sentido superior, el teósofo podría con sólo su vida comunicar la esencia de lo que es teosofía, los que no alcancemos la altura de teósofos, tenemos el deber de difundir la información y compartirla. En todo miembro de la ST esto es un dharma.
El teósofo debe incorporar a su vida y convertir en un yoga toda información espititual, la sra. Blavastky nos da una serie de recomendaciones para no quedarnos en la mera información.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

¿CÓMO VIVIR UNA VIDA TEOSÓFICA?



Marcos Resende. Secretario General de la ST en Brasil.


El primer objetivo de la sociedad es la fraternidad, y la fraternidad es amor; pero si no me conozco, no percibo mi rabia, mis celos, mi envidia, puedo querer ser fraterno pero no lo voy a ser. La vivencia de la Teosofía es inseparable del autoconocimiento, porque para ser verdaderamente fraterno precisamos percibir todos esos factores egocéntricos, emocionales y mentales para que dejen de ser inconscientes y se disuelvan. Pienso que la fraternidad debe ser real. El problema del mundo es que todo es mental, el intelecto separa los pueblos, el amor viene de una dimensión mas sutil, más profunda, que demanda que el intelecto este quieto para que estas energías sutiles se manifiesten; pero si uno no se percibe a sí mismo, ni sus pensamientos, podría estar hablando de fraternidad y estar actuando inconscientemente de un modo disociador, separatista. Siento que la unidad de la vida es la enseñanza mas importante de la Teosofía pero una unidad real, no teórica.





Lily Pastore. Secretaria General de la Sección Argentina.

La vivencia de la teosofía es la base de todo nuestro trabajo. Sin llevar a la práctica la teosofía, nos quedamos en mitad del camino. Blavastky decía que el ocultista no puede tener un pie en el materialismo y otro en el espiritualismo, tiene que tomar una decisión.La observación, la reflexión, la meditación, son herramientas que nos tienen que acompañar permanentemente en el camino individual. En el camino grupal también se puede encontrar apoyo, la posibilidad de compartir experiencias. Todos hemos atravesado momentos similares, nos deprimimos, nos estresamos, hay muchas experiencias comunes, nadie escapa a los procesos de crecimiento. El Sr. John Coats, decía que debemos ser como un guía de montaña. Tener una mirada puesta en el camino y otra en el objetivo final. Los teósofos debemos mirar lo que debemos hacer aquí y ahora, y también ver el ideal del hombre perfecto.Uno nos da esperanza y el otro la vitalidad para poder caminar. No creer que hemos llegado, ni sentir que estamos tan lejos que nunca vamos a llegar.

viernes, 2 de octubre de 2009

REALIDAD E ILUSION

Por: Julio Gerardo Pomar

En 1951un pediatra y psicoanalista británico llamado Donald Winnicott presentó un interesante trabajo ante la Sociedad Psicoanalítica Británica titulado “Objetos y Fenómenos Transicionales.” El trabajo se refería a la inveterada costumbre que tienen las madres de entregar a su bebé de pocos meses un objeto, como una manta, un osito, una almohadita, para que el bebé se aficione a él. El objeto será usado como juguete por el niño, lo abrazará, lo chupará y el objeto adquirirá su olor, cumpliendo una función sedante, tranquilizante, cuando el bebé llora, se siente abandonado por su madre o simplemente llega la hora de dormir.

Winnicott dice que este objeto es la primera posesión “no yo” del bebé, no es parte de su cuerpo, no es su dedo o pié que chupa, pero tampoco lo percibe como totalmente ajeno a él. Forma la primera zona intermedia de su experiencia entre su realidad interior y el mundo exterior, entre su mundo subjetivo y el mundo objetivo de las personas y cosas “reales.” Por eso llamó a este elemento “objeto transicional”, y “fenómenos transicionales” a las actitudes tales como los balbuceos del pequeño, y a sus pequeñas melodías copiadas de las que le cantan a la hora de dormir.

Dice Winnicott que no solo existe para cada individuo un mundo doble, la realidad exterior y su mundo interior, que puede ser rico o pobre, que puede estar en paz o en guerra. El hace un planteamiento triple: “...existe la tercera parte de la vida del ser humano, una parte que no podemos ignorar, una zona intermedia de experimentación, a la cual contribuyen tanto la realidad interior como la vida exterior...que existe como lugar de descanso para el individuo metido en la perpetua tarea humana de mantener separadas, y a la vez interrelacionadas, a la realidad interior y la exterior...Lo que hago es reclamar la existencia de un estado intermedio entre la incapacidad y la capacidad creciente del pequeño para reconocer y aceptar la realidad. Por consiguiente, estoy estudiando la sustancia de la ilusión, aquello que le es permitido al pequeño y que en la vida adulta al arte y a la religión. Podemos compartir el respeto por la experiencia ilusoria y, si lo deseamos, podemos reunir y formar un grupo sobre la base de la semejanza de nuestras experiencias ilusorias. Esta es una de las raíces naturales del agrupamiento entre los seres humanos. Y sin embargo, es marca de locura que un individuo exija demasiado de la credulidad de los demás, forzándolos a reconocer que se comparta una ilusión que no es la de los demás.”

Estas citas y las reflexiones que le siguen surgieron en mi a raíz de conversaciones con un antiguo MST, muy inquieto y preocupado por sus lecturas de un material que recogió de sus zambullidas en Internet. Tiene que ver también un libro escrito por un ciudadano español, Enrique Orfila, ya fallecido, quien fuera miembro de la Sociedad Teosófica en la India. El alude en su libro a sus relaciones con los Mahatmas mencionados en la literatura teosófica, reclamando haber desarrollado facultades clarividentes en alto grado, y exponiendo sus peculiares puntos de vista sobre estas cosas. También hay artículos y revistas en Internet, pertenecientes a diversos grupos y autores interesados en la corriente de pensamiento que se denomina esoterismo, nombre bajo el cual se cobijan las más variadas ideologías y peregrinas elucubraciones que puedan concebirse. En este material encontramos entrevistas a personajes que, muy sueltos de huesos, afirman categóricamente tener contactos y relaciones con los seres conocidos en la Teosofía como Maestros de Sabiduría. Acá abundan las menciones a Maestros Ascendidos, Arcángeles, Shangrilas, Rayos, y cosas así. Por supuesto, tampoco pueden faltar los mensajes de los Maestros y otros seres aún más elevados.

Descontando todos los beneficios crematísticos y psicológicos que pueden traer las afirmaciones categóricas de que una persona, un grupo o una editorial, son centros intermediarios entre la humanidad y los seres iluminados, una especie de estación intermedia entre el cielo y la tierra; descontando las gratificaciones a la auto-estima que puedan proporcionar estas creencias; aceptando la sinceridad de afirmaciones y enseñanzas, por más descomunales y bizarras que puedan ser, queda siempre la duda y los interrogantes sobre el origen y causa de este fenómeno intelectual, psicológico y hasta antropológico.

En mi opinión, es aquí donde tienen aplicación los estudios de Winnicott sobre la experiencia ilusoria, sobre ese maravilloso aspecto del alma humana que le permite atesorar los objetos más entrañables de su vida subjetiva, en ligazón estrecha con el material que recoge del mundo exterior. Es esa “realidad” fabricada por nuestros anhelos más queridos, por nuestros más caros ideales, los que mezclados con información entresacada de la literatura teosófica permite elaborar creencias que pueden hacer que la vida y la realidad sean más aceptables. Y mejor aún si la adhesión de otros seres humanos refuerza la convicción adquirida.

Quien escribe estas líneas ha sido teosofísta la mayor parte de su vida, y en aras de la lucidez intelectual y el discernimiento imprescindibles en la búsqueda de la Verdad, no puedo concluir estas reflexiones sin preguntarme: ¿ y como andamos por casa? Es innegable que fue de los libros teosóficos de donde salió mucha de la información que manejan los movimientos de la Nueva Era y otros, pero esa información teosófica era original, nueva, y estaba en el contexto de una ideología y filosofía firmemente sustentada en textos antiguos de las principales religiones del mundo, incluso ya desaparecidas. No fue nunca la literatura teosófica un balbuceo intelectual, disimulado en una caudalosa improvisación de lugares comunes, como ahora es usual encontrar en Internet, sino que fue y es un corpus de ideas organizadas y válidas por si mismas, apoyadas en una antigua tradición de sabiduría. No son lo mismo los escritos de Blavatsky, Besant, Leadbeater y otros, que la innúmera, colorida y curiosa literatura que ahora circula, llena de afirmaciones cuyo sustento está en la subjetividad de sus autores.

Ahora creo que cabe preguntarnos cual es nuestra actitud ante las enseñanzas de la antigua Tradición de Sabiduría. ¿Es nuestra actitud la de un verdadero investigador? ¿Verdaderamente estudiamos las enseñanzas y reflexionamos para ver si las aceptamos o las tenemos como hipótesis? ¿Aceptamos todo a rajatabla porque quien lo dijo es un personaje ilustre? Es importante que dilucidemos si somos verdaderos investigadores de la Verdad o si hemos convertido la filosofía teosófica en un conjunto de creencias, en una mantita con la que nos arropamos o en un osito que abrazamos para tranquilizarnos.